El historiador, investigador, escritor, poeta y amigo, Antonio Ortega Serrano, ha sabido captar magistralmente la atonía espiritual y humana en que se halla inmerso el hombre de la postmodernidad; por ello, nos invita, con un lenguaje del pueblo llano y el conocimiento de estas tierras de santos, conmovedoras y subyugantes, por una parte y atractivas y llenas de vida natural por otra, a descubrir la necesidad que tenemos de respirar aíres frescos y limpios que nos devuelvan, de alguna manera, la inocencia perdida. Frente a ese ritmo frenético y vertiginoso que nos impone la vida diaria. Antonio, nos sumerge, como él mismo lo hace, en la serenidad del espíritu, en la oración y en el silencio profundo, lenguaje de Dios. Lenguaje que dominaron los primero moradores de estos maravillosos parajes. De todo ello deja constancia la obra que tengo el gusto de prologar, introduciéndonos con erudita dirección hacia esa senda de paz y bienestar. La primera parte del libro de Ortega Serrano, es por un lado, un canto a la madre naturaleza, y por otro una invitación a que conozcamos en profundidad la vida de soledad y recogimiento de aquellos santos varones que habitaron la Sierra de Hornachuelos, en la que se encuentra encuadrada la villa de San Calixto. Asimismo permite que el viajero incansable examine y distinga en su propio caminar, las huellas de lo divino. Es, en conjunto, un alegato a favor de quienes, como los eremitas, descubren el sentido y la sencillez de la vida contemplativa.